ULTIMO ARTICULO


Sobre el razonamiento del voto

18 de junio de 2012


 Quedan escasamente dos semanas para las elecciones.  Durante el período de campañas ha habido innumerables formas en las que los diferentes candidatos han intentado hacer llegar sus mensajes a los ciudadanos con el fin de obtener su voto.  Resulta muy difícil hacer un seguimiento puntual de todas estas formas con sus planteamientos, es mucha información y muchas veces vaga, confusa y hasta contradictoria, pero a final de cuentas nosotros, los ciudadanos, al momento de votar nos quedaremos con una percepción.  Una percepción de lo que vimos, escuchamos o leímos en los mensajes directos de los candidatos y en los análisis de los comentaristas políticos de televisión, radio y prensa, y con una percepción de lo que discutimos o comentamos entre conocidos, pero finalmente también con una percepción de lo que nosotros en lo individual queremos creer y, en todo este proceso, por mi propia experiencia, me he llegado a convencer de que ésta última percepción es la que prevalece en la mayoría de nosotros y la que más pesa en nuestras decisiones.  De alguna manera nuestras convicciones esenciales por lo general ya las tenemos definidas y difícilmente las cambiamos, no importa qué tan contundentes sean los argumentos que se nos presenten.  La mayoría de las veces casi de una manera inconsciente sólo aceptamos aquello que refuerza nuestra posición o creencia y rechazamos lo que va en contra de estas. 

Y lo que sucede desde mi punto de vista es que no hemos sido educados para razonar.  Podemos recibir los argumentos pero en realidad no los analizamos, no los desmenuzamos ni tomamos lo que puedan tener de válido y rechazamos lo que pueda resultar falso o inaceptable para pasar a una siguiente etapa y así sucesivamente.  Generalmente terminamos en la misma posición con la que iniciamos la recepción del argumento.  Se vuelve una cuestión de percepción, no de razonamiento.  Ni siquiera cuando surgen movilizaciones auténticas que podrían contribuir a generar conciencia tanto en ciudadanos como en políticos, como las de los jóvenes o de algunos luchadores sociales, tenemos disposición a considerarlas, tampoco las analizamos y nos dejamos llevar fácilmente por la corriente de la desacreditación.  Poca validez damos al hecho de que no son las acciones individuales las que harán cambiar las cosas sino la fuerza de la sociedad, la única con capacidad para lograrlo.

Esta falta de o baja capacidad analítica es la que propicia que una de las formas que toman las campañas, que es la desacreditación de los contrincantes, tenga gran aceptación.  Por ello los candidatos nunca responden a los ataques ni mucho menos aclaran las acusaciones, en parte porque muy probablemente sean ciertos y no tienen forma de rebatirlos, pero también porque saben que lo que mejor capta la gente son los ataques, y por tanto prefieren contraatacar.  Y nosotros los ciudadanos, cuando nos enteramos de un ataque en contra de un candidato con el que simpatizamos, simplemente no lo creemos, lo desechamos, pero si es en contra de uno que no nos gusta entonces lo aceptamos sin cuestionamientos y hasta lo difundimos.  Realmente nunca lo analizamos ni investigamos su veracidad o congruencia. 

Otra vertiente importante de las campañas son las promesas, que como pueblo sometido intelectualmente que hemos sido, parece que todavía les damos crédito, aún siendo conscientes de que pocas veces hemos visto promesas de campaña cabalmente cumplidas.  Al igual que en el caso de las acusaciones personales, tendemos a creer en las promesas de los candidatos que son de nuestra aceptación y a rechazar las de los contrarios a nuestra simpatía.  Tampoco hay diagnóstico ni mucho menos debate con los candidatos, los esquemas de campaña no permiten esta posibilidad.  Los mismos “debates” entre candidatos distan mucho de serlo, cuando más se dan confrontaciones de ideas, que en la práctica son superadas por las descalificaciones.

Esta falta de o baja capacidad analítica también propicia que la manipulación de la información se convierta en un factor importante de presión para inducir el voto.  Se manipula la realización o los resultados de las encuestas.  Independientemente de las encuestas que los candidatos y sus partidos realizan a modo, si una encuesta independiente resulta a favor de un candidato, éste la toma como bandera, pero si no le favorece, de inmediato la menosprecia o la ignora.  Y en esencia lo mismo nos sucede a los ciudadanos dependiendo de cómo afecten las encuestas a nuestro candidato favorito.  También se hacen denuncias, que pueden ser reales o inventadas, en momentos en que el impacto de la noticia se cree que puede ser el más fuerte y que va a favorecer a un candidato o a frenar al contrincante.  Y nuestra reacción normalmente es de creer o rechazar la denuncia dependiendo de cuál sea nuestra preferencia respecto a los candidatos afectados.  No racionalizamos la información, la tomamos como válida dependiendo de quién viene y cómo concuerda con lo que nosotros creemos, pero al final cada quien sigue creyendo lo que quiere creer.  Por lo general, ni siquiera las evidencias de corrupción, de acciones impropias o de conductas reprobables de nuestros candidatos favoritos o de sus equipos o de sus correligionarios de partido parecen hacer mella en nuestra percepción sobre el candidato.  Desarrollamos una especie de protección que hace inmune a las manchas a quienes creemos que merecen nuestra confianza y apoyo.

¿Y en todo esto, dónde quedan las propuestas de trabajo?  En un lugar totalmente secundario.  En el actual proceso electoral las propuestas de gobierno han sido mínimas, muy generales y han tocado sólo los temas o asuntos que los estrategas de las campañas consideran que la gente quiere escuchar, sólo para aparentar que hay interés en esos temas.  Ante el vacío de reflexión y análisis en realidad las propuestas son irrelevantes.  Pero en la condición en la que se encuentra el país (y el mundo), no deberíamos como ciudadanos aceptar propuestas que sólo nos prometan que van a solucionar los problemas cuando ni siquiera se les tiene debidamente identificados.  Ofrecer “el cambio”, “una visión diferente”, “una actitud diferente”, “una política moderna”, etc., etc. son planteamientos sin contenido.  Ofrecer que ellos “sí saben hacer las cosas”, que ellos “sí cumplen”, que ellos “son los mejores”, que ellos “sí conocen los problemas” son ofrecimientos vacíos, artificiales.  Ofrecer “gobernar con honestidad” no es más que una mentira ofensiva.  Ofrecer descalificaciones de los contrincantes solamente evidencia la pobreza y lo raquítico de la capacidad que tienen para gobernar.  Basar nuestro voto en estos ofrecimientos sin sentido, sin compromiso, es rebajar nuestra condición de ciudadanos pensantes.  Parecería que, como en tiempos romanos, muchos nos conformamos con el pan y el circo que ofrecen los candidatos.

Este tipo de planteamientos, sin contexto ni contenido, lo que debería dejarnos muy claro a los ciudadanos es que los candidatos, sus equipos y sus partidos no han hecho un diagnóstico acertado de la problemática.  No plantean soluciones razonables, coherentes y viables porque en realidad no conocen lo que se tiene que solucionar.  Para resolver un problema lo primero que se requiere es conocerlo bien.  Ningún candidato ha demostrado que conoce la problemática del país, ninguno ha ofrecido un diagnóstico integral de nuestra situación y expectativas.  Si los ciudadanos aceptamos inocentemente los ofrecimientos simplistas que nos han hecho los candidatos significa que en realidad nosotros tampoco conocemos nuestros problemas y por tanto no sabemos qué tipo de candidatos necesitamos ni por dónde deben ir las soluciones que necesitamos.

Es un hecho que en esta ocasión ha habido un poco más de confrontación de expresiones -que no de ideas- entre los candidatos a la presidencia y a la jefatura de gobierno del Distrito Federal.  En las campañas para senadores y diputados federales y jefes delegacionales en el Distrito Federal ha imperado la pobreza de contenidos, y como siempre, prácticamente los contendientes son desconocidos.  Los casos de las campañas para gobernador, diputados y presidentes municipales de las entidades que tienen estos procesos, los desconozco.   Por lo anterior, mis comentarios subsecuentes se referirán principalmente a las campañas por la presidencia.

En los últimos días han proliferado y será más intenso todavía en el tiempo que resta de campaña el envío y reenvío de correos electrónicos, intencionales y no, con mensajes que denuestan la imagen de los candidatos, la gran mayoría anónimos.  En poco ayuda esta práctica al análisis objetivo de los casos y sí, en cambio, incrementa el encono entre los votantes, convirtiéndose el hecho en una verdadera guerra sucia, en la que nosotros los ciudadanos fácilmente nos podemos hacer cómplices en ella.  Yo sugeriría no caer en la tentación del reenvío irresponsable o, en su caso, si verdaderamente pretendemos involucrarnos, lo hagamos positivamente y realicemos un análisis ponderado para incluirlo en nuestro envío, dando argumentos y, si es posible, evidencias de por qué es verdadero o falso lo que se está difundiendo.

Hay otro tipo de mensajes que exaltan los supuestos logros de unos regímenes sobre otros, específicamente de resultados panistas en contra de los priistas, que son los dos únicos partidos que han asumido la presidencia de la República.  No nos dejemos manipular ni por unos ni por otros.  Todos son engañosos y amañados.  Los indicadores utilizados, que generalmente son los llamados “macroeconómicos” o “fundamentales” de la economía, no reflejan de ninguna manera las condiciones de vida de los mexicanos y siendo generalmente promedios, evidentemente no exhiben la desastrosa y penosa situación de los extremos.  Estos indicadores sirven, entre otros propósitos, para colocar valores bursátiles, para conseguir préstamos, supuestamente para atraer inversiones extranjeras y para que ciertos funcionarios obtengan premios y reconocimientos internacionales (no sin dejar de gastar importantes sumas en su promoción), pero nunca muestran la verdadera calidad de vida de los ciudadanos y, sin embargo, se les toma como elementos inequívocos de lo buena que es la situación económica del país.  Los verdaderos avances no se miden por lo que se hace sino por lo que falta por hacer.  Y si nos atenemos a esto nos percataremos de lo poco que se ha logrado tanto en regímenes priistas de antaño como en los panistas recientes.

Desde mi punto de vista, los problemas centrales de México tienen como denominador común una crisis de valores que se refleja en tres áreas específicas pero interrelacionadas entre sí y con muy profundas implicaciones socioeconómicas: i) el resquebrajamiento institucional, particularmente de las instituciones públicas en todas las instancias (poderes) y órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal); ii) la corrupción de gobernantes y gobernados, y iii) la falta de visión de estado, estructural y de largo plazo.

Lo primero que tendrá que hacer el próximo gobierno será  determinar de qué manera devuelve a la sociedad una escala de valores que modifique sus usos y costumbres distorsionados y que verdaderamente se aplique en todos sus actos.  Esto lo tendrá que hacer empezando el presidente por su persona y por su equipo inmediato y por supuesto en forma ampliada llegando hasta lo básico de las operaciones gubernamentales, y también tendrá que ser muy rápido porque en esto de alcanzar la efectividad de las acciones que tienen que ver con la reconstitución de valores no se permiten retrasos.

A partir de lo anterior el nuevo gobierno deberá reconstituir (que nos es lo mismo que reconstruir) el esquema institucional del país si verdaderamente pretende lograr avances en cualquier campo de lo político, lo social y lo económico (sobreentendiendo que lo humano prevalece en todos ellos).  Dentro de esto se debe contemplar el verdadero significado democrático de gobernar una república federal con entidades federativas y con poderes efectivamente autónomos.  En una real democracia, un ejecutivo federal no puede justificar falta de avances por no tener mayoría de su partido en el Congreso ni por tener gobernadores de entidades pertenecientes a partidos de oposición.  En eso consiste precisamente el principio de los contrapesos y constituye la esencia de la democracia.  Utilizar esa excusa debe calificarse como incapacidad de gobernar y debería de contarse con una sanción sustentada en las normas.
 
La corrupción no es más que un síntoma de la crisis de valores tanto personales como sociales y éstos sólo se desarrollan en la familia y en la sociedad con educación y cultura.  Obviamente aquí se insertan: la gobernanza (que implica la participación ciudadana y es más que la gobernabilidad) como principio democrático fundamental; la transparencia; la rendición de cuentas; los derechos humanos como letra activa y no muerta, y la erradicación de la impunidad en todos los niveles y formas.  En este contexto el crimen organizado y su contraparte la drogadicción son solamente síntomas, no enfermedades, y se resuelven en la medida que se resuelva lo primario, que son los valores.  Por lo tanto, la guerra militar debe ser solamente una parte de la estrategia y no la solución única como se ha aplicado.

La visión de estadista exige cuatro elementos fundamentales: i) un diagnóstico diferente del país que coloque al ser humano como la base, razón, fin y objetivo de las decisiones; ii) una estrategia integral (todos los sectores interrelacionados) de largo plazo con criterios, objetivos y metas muy precisos e instrumentada con políticas públicas coherentes y coordinadas basadas en recursos humanos y en investigación y desarrollo,  iii) una inserción con liderazgo y no sumisión en el escenario mundial, guiada por la estrategia nacional, y iv) un ordenamiento territorial que sea base esencial del desarrollo sustentable y de la política demográfica.

La realidad es que estamos partiendo de diagnósticos equivocados, parciales, sectoriales.  No hemos aprendido a ver el país como un todo ni a colocar al individuo en el centro de las decisiones.  El empleo debería constituirse en el criterio principal para todas las políticas.  El gobierno no crea empleos pero sí establece las condiciones para su creación, ya que la inversión (privada, pública o mixta) es condición necesaria pero no suficiente.  No ha habido ni hay estrategia y el largo plazo no existe en las visiones de nuestros políticos.  A nivel global, la economía mundial requiere reglas diferentes de operación si no se quiere caer en crisis recurrentes que no sólo impedirán resolver los problemas estructurales sino que agravarán los conflictos sociales internos de los países y los de muchas regiones.  Esto exigiría una política exterior activa orientada a la búsqueda de dichas reglas y no una adaptación pasiva a las condiciones que ha impuesto la globalización.

Lo anterior solamente son unas pinceladas de los elementos básicos para un programa de gobierno a los que, desde mi punto de vista, ningún candidato a la presidencia hizo alusión en forma estructurada, ni mucho menos a su instrumentación, fuera de hacer mención en forma aislada de alguno de sus componentes pero absolutamente con el tono superficial de que van a resolver, mejorar, cambiar, etc.  Ninguno parece haber hecho este tipo de diagnóstico.  Es más, me atrevo a decir que ni siquiera se han hecho este tipo de consideraciones para ellos mismos y sus equipos.  Ninguno tiene la experiencia ni está capacitado para atender los problemas de manera integral como lo exigen las condiciones y necesidades urgentes.  Para mí esta es la verdadera tragedia de México que no hemos sabido dimensionar los ciudadanos, ni desde luego los políticos.

¿No quieres un López Obrador porque va a destruir al país? ¿No quieres a una Josefina porque representa el continuismo de dos regímenes que han mostrado un comportamiento muy semejante en sus vicios al PRI? ¿No quieres a un Peña Nieto porque es volver al sistema clientelista y corrupto de los anteriores 70 años? ¿Pretendes votar por el menos malo porque alguien tendrá que gobernar?  ¿Pretendes votar por pragmatismo?    Puedes tener razón si estas son tus visones, pero quizá no estés contemplando el verdadero fondo del problema y eso es consecuencia de no analizar o analizar parcial o superficialmente las opciones que tenemos.   ¿Justifica el voto pragmático los innumerables vicios del sistema, como el uso de prácticas ilegales generalizadas en los propios procesos electorales (que por principio los debería descalificar en forma automática) y la imposición de candidatos absolutamente inaceptables que se esconden en listas plurinominales que como votantes no podemos discriminar, por mencionar sólo dos? 

Haz un examen de conciencia serio, la causa y la circunstancia lo ameritan.  ¿Verdaderamente has analizado y concluido qué es lo que necesitamos como país y como sociedad?  ¿Realmente has aplicado este razonamiento a los candidatos contendientes?    ¿Eres capaz de ver el error o el defecto en el candidato de tu preferencia que sí ves en los demás?  ¿Si identificas defectos graves en tu candidato consideras que aún así es honesto votar por él?   ¿Si fueras de los que no simpatizas con ningún candidato y te inclinas por votar por el menos malo, eres consciente de cómo va a gobernar ese menos malo?  ¿Tiene sentido para el bien del país que gobierne el menos malo?  Recuerda que no cualquiera puede gobernar y que un país no se puede manejar como una empresa.  No olvides tampoco que el candidato que gane no gobernará solo, tiene equipo y es miembro de un partido y que este partido es parte de las instituciones corrompidas que es necesario reconstituir.  La respuesta, aunque todavía limitada, la tenemos los ciudadanos, haz valer tu voz por poco que creas que cuente, cada vez pesará más si nos lo proponemos.

Finalmente una convicción personal que comparto contigo es que para quienes creemos que buscar la justicia y la equidad es uno de los valores que dan sentido a nuestras vidas, ojalá que a la hora de votar (y en todas nuestras acciones) no sólo pensemos en lo que nos conviene a nosotros como individuos en forma egoísta sino principalmente en lo mucho que necesitan millones de mexicanos, alrededor de las dos terceras partes que carecen de todo o casi todo, y que más que dádivas gubernamentales requieren oportunidades efectivas para desarrollarse íntegramente como seres humanos y semejantes nuestros que son, y esto sólo se logra con un gobierno y una sociedad con valores.  Piensa que ahora estos millones de mexicanos, por razones totalmente comprensibles, muy probablemente ya tienen su voto vendido a las vanas e inútiles promesas ofrecidas.  ¿Te parece justo? ¿Te parece democrático?

Que tu razonamiento honesto decida tu voto el próximo 1º de  julio, aunque ahí no terminará todo, para los ciudadanos deberá continuar la lucha ya que, sea el resultado que fuere, aunque estemos de acuerdo o satisfechos con él, como sociedad todavía no habremos ganado, falta mucho.






Hagamos valer nuestra Constitución:

ARTICULO 39.  LA SOBERANIA NACIONAL RESIDE ESENCIAL Y ORIGINARIAMENTE EN EL PUEBLO. TODO PODER PUBLICO DIMANA DEL PUEBLO Y SE INSTITUYE PARA BENEFICIO DE ESTE. EL PUEBLO TIENE EN TODO TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU GOBIERNO.



RAZONA TU VOTO:

Es muy importante que como ciudadanos responsables estemos muy atentos al proceso de las elecciones federales y locales de 2012 y decidamos de manera razonada nuestra participación y nuestra decisión final, que será nuestro voto en las urnas.  Te invito a que estés muy atento a todo el proceso y a que vayas definiendo tu postura con base en información fidedigna y el razonamiento serio, profundo y libre de tu parte.  Pero si te enfrentas al hecho de que ningún partido y/o candidato te convence, considera como alternativa válida, legal y contundente la anulación de tu voto, que se logra asistiendo a la casilla el día de las elecciones y cruzando toda la boleta electoral.  No tienes que votar por el menos malo, si lo analizas detenidamente no es opción.  Si anulas tu voto mandarás el mensaje a partidos y candidatos que tienen que cambiar radicalmente si quieren contar con tu apoyo y contribuirás a abrir la puerta ciudadana a la participación en reformas democráticas importantes en el  futuro. Esta no es una invitación a favor de la anulación del voto sino a favor del voto razonado.


*****


*  


No hay comentarios: