SOBRE LA ANULACION DEL VOTO


ARGUMENTOS CONTRA LA ANULACION DEL VOTO; ¿RAZONAMIENTOS LÓGICOS O POSICIONES DE CONVENIENCIA PERSONAL?

4 julio 2009


Hasta el momento no he leído o escuchado argumentos de fondo, lógicos, convincentes, inteligentes que demuestren que anular el voto va contra la democracia y que apoya a los grupos reaccionarios. En todo este proceso de supuesta democratización que el sistema nos ha vendido, en realidad se ha tomado a la “democracia” como una falsa bandera con la que nos han engañado a la mayoría de los ciudadanos. Puede haber instituciones procuradoras de la democracia pero las mismas instituciones no se manejan democráticamente; puede haber normatividad que intenta fomentar y regular la democracia, pero su aplicación en los hechos resulta sesgada en favor de intereses particulares o partidistas. No encuentro la verdadera democracia por ningún lado, sin desconocer que existan intentos, casos, situaciones muy concretas, pero que son aisladas y por tanto inefectivas.


En su gran mayoría son sólo argumentaciones sin fundamento y rayando en la falacia y hasta en la intimidación. El pasado 28 de junio Enrique Krauze publicó en el diario Reforma un artículo titulado “El riesgo de la antipolítica” que tiene el único mérito de recopilar varios de los argumentos en contra de la anulación del voto. Por este motivo lo tomo como referencia para analizar cada uno de ellos.


1) “Distorsiona, confunde, devalúa el sentido del voto ante una mayoría de ciudadanos que lleva poco tiempo de ejercerlo. Todas las democracias son tensas, conflictivas e insatisfactorias. El votante debe aprender a mejorar la democracia, pero la manera de hacerlo es ejerciendo el voto cada vez con mayor inteligencia e información, no denegándolo.”


Este es un planteamiento hueco, sin contenido, no es argumento. No se explica en qué distorsiona, cómo confunde y por qué devalúa el sentido del voto. ¿Qué tiene que ver la anulación del voto con la afirmación de que todas las democracias son tensas, conflictivas e insatisfactorias? ¿Cómo se ejerce el voto con inteligencia en el caso de un sistema partidario de prebendas, incompetencia, clientelar y ávido del poder por el poder? ¿Cómo se ejerce el voto con información? ¿De dónde sale la información? ¿Cómo se obtiene ésta? ¿Qué calidad de información ofrecen partidos y representantes? Finalmente, anular un voto no es denegar. Denegar significa “no conceder lo que se pide o solicita”; el proceso electoral me pide que vote por el o los candidatos de mi preferencia. Si ninguno de ellos cumple mis expectativas de preferencia, simplemente no voto por ninguno, ejerzo mi derecho de votar anulando mi voto en señal de inconformidad por esta circunstancia. Hasta el momento no hay otra previsión en la ley, por tanto no es ilegal ni niega el proceso.


2) “Da a entender que no hay opciones políticas. Más allá de los magros resultados de los partidos, sólo el EPR y los abogados de la anulación del voto parecen creer que en México todas las propuestas políticas y todos sus representantes son iguales e igualmente deficientes.”


Hasta el momento, los políticos de todas las corrientes y de todos los partidos en México se han encargado de demostrar a la ciudadanía que no existen opciones políticas que ofrezcan una mejoría real, generalizada y duradera de las condiciones sociales y económicas de la mayor parte de la población del país. Sólo creen en las propuestas políticas de los partidos quienes en lo particular se benefician o han resultado beneficiados no por las propuestas sino por las canonjías de los partidos o sus grupos. No se deniega el hecho de que pueda haber propuestas políticas buenas y representantes honestos, lamentablemente sus acciones resultan ahogadas por la corriente de las ambiciones de quienes no los son.


3) “Generaliza la naturaleza de la elección. ‘Para los anulistas -escribe el politólogo Inocencio Reyes Ruiz- no hay la mínima consideración a la diversidad de regiones, estados, municipios y comunidades. Para ellos la elección del próximo 5 de julio es singular, única e indivisible. Es cierto que la renovación de la cámara de diputados es de indudable trascendencia para la vida pública del país, pero no es la única; y para millones de votantes no es la más importante. El 5 de julio hay varias elecciones y muchas votaciones: seis gobernadores, 11 congresos locales, centenas de alcaldes, millares de regidores. Hay municipios gobernados tan atrozmente que la anulación del voto sería la ratificación del poder caciquil. Lo mismo se puede decir de los gobernadores: hay estados donde los ciudadanos, hartos de la arbitrariedad y la corrupción, quieren votar para derrocar al partido postulante. Hay comunidades enteras, en fin, en que votar es asegurar la continuidad de buenos gobiernos’."


Este es un pseudoargumento, no tiene ningún sentido, totalmente falaz. ¿Qué significa generalizar la naturaleza de la elección? ¿Qué consideración es necesario hacer de la diversidad de regiones, estados, municipios y comunidades? ¿Qué significa que la elección del próximo 5 de julio sea singular, única e indivisible y el hecho de que haya múltiples elecciones? Todas estas afirmaciones carecen de sustento y vinculación con el acto de anular el voto, nunca se explica de qué manera se produce lo que se afirma ni cuáles son sus consecuencias. Es un total manejo de palabras que impresiona –a algunos quizá les asusta- pero si se desmenuza no tiene ningún valor argumentativo.


Por otro lado, tampoco se explica en qué forma la anulación ratifica el poder caciquil; ¿Cuál es el procedimiento por el que la anulación lleva a ese resultado? Más todavía, si la ciudadanía vota para derrocar al partido postulante de gobernadores arbitrarios y corruptos, como se sugiere; ¿Qué garantiza a estos ciudadanos que así lo hagan que el partido favorecido con el “voto de castigo” no va a postular a candidatos tan o más arbitrarios y corruptos como los del partido castigado? La experiencia ha mostrado que, tal vez con escasísimas excepciones, todos los partidos han usufructuado el poder con ambición incluso superior a la de su antecesor. Finalmente mi propuesta va en el sentido de que si votar por partidos y sus representantes significa asegurar la continuidad de buenos gobiernos, entonces debe votarse y no anular el voto.


4) “Alienta la antipolítica. Para un curso rápido sobre los estragos de la antipolítica es bueno acercarse al caso venezolano. En los años noventa, el repudio radical e indiscriminado de los partidos por parte de un sector influyente de la sociedad venezolana (en particular de los intelectuales y las figuras mediáticas) provocó la emergencia natural del caudillo que llegó al poder para limpiar esa ‘miasma’, ‘para salvar al país’ y... para quedarse con él a perpetuidad. En las elecciones parlamentarias de Venezuela en 2005, la oposición optó por no competir, lo cual dio un cheque en blanco al régimen chavista. Si un caudillo llega al poder en México, llegará para quedarse. Los votos en blanco o en negro le tendrán sin cuidado.”


Este planteamiento es falaz, intimidatorio y antidemocrático porque evidentemente rechaza la posibilidad de que existan sectores de oposición. ¿Qué es la antipolítica? En esencia es estar en contra de la política pero aquí se maneja como si se tratara de una traición a la patria. Aquí el argumento es no dejar huecos de poder, no importa qué tan negativo sea quien lo detente, para que no vengan otros peores a tomarlo. Es un planteamiento de conveniencia porque se advierte una clara preferencia por la corriente con la que el argumentista está a favor. ¿Qué pasa cuando sucede lo contrario al ejemplo presentado? Entonces el asunto sería democrático. Además aquí el argumento se voltea en contra de la posición antianulatoria porque se está haciendo una consideración de una elección única. No hay que olvidar que la anulación del voto puede ser apenas el inicio de un movimiento que vaya a las raíces del problema y logre erradicarlo gracias a la participación ciudadana, no a la “antipolítica”.


5) “Desalienta la participación ciudadana. Una consecuencia natural de la antipolítica -por esencia negativa, reactiva, pasiva- es la desmovilización. Y esto es lo más grave porque el país sufre un déficit inmenso de participación cívica. Esta participación no puede residir sólo en el acto de votar por un partido o anular, en su caso, un voto. Necesitamos vigilar permanentemente a los partidos y a los representantes populares, como ocurre en cualquier democracia madura. Y necesitamos mucho más: la verdadera participación cívica no es instantánea: es prolongada, constante, fragmentaria, silenciosa, difícil y anónima. Se ejerce de abajo a arriba: en la manzana, la delegación, el municipio, el estado, el país.”


Nuevamente un planteamiento falaz; ¿Cómo se puede atacar a un movimiento ciudadano de “inmovilidad”, de carencia de participación cívica, cuando precisamente está planteando lo contrario, participar para protestar? El movimiento por la anulación puede no tener todavía organización, cuerpo, precisiones de metas y carecer de muchas otras cuestiones, pero resulta torpe argumentar que desalienta la participación ciudadana.


El resto del planteamiento es correcto, pero no invalida a la anulación del voto. Los partidos en todos los casos sin excepción, están cooptados por grupos de interés y están conformados en su gran mayoría por gente que sólo tiene ambiciones de poder político y económico. El sistema así desarrollado no se va a cambiar votando (¿a favor de quién?) como se ha hecho tradicionalmente sólo para no ser contrario a la democracia y para no favorecer a los grupos reaccionarios. En consecuencia, la lucha de la anulación del voto apenas está iniciando.

 
6) “Octavio Paz dijo que México se ha visto siempre bajo la imagen histórico-mítica de una pirámide. Desde hace apenas dos décadas trabajamos para desmontar pacíficamente, piedra por piedra, esa pirámide, para construir una plaza pública libre y abierta. El proceso no llevará siglos pero sí años, quizá largos años. Su instrumento específico es el voto, esa sencilla pero imprescindible expresión de la conciencia individual en una democracia. No es aconsejable pervertirlo.”


Anular el voto no es pervertirlo, es darle un alcance a uno, sólo uno, de los instrumentos de la llamada democracia, que en condiciones de mayor o verdadera democracia no sería necesario. Es una acción que otorga a los ciudadanos la posibilidad de manifestar, con alcances todavía limitados, su descontento, su hartazgo, su inconformidad con un sistema que no es que sea incipiente todavía en sus alcances sino que, peor aún, ha demostrado no tener aspiraciones verdaderamente democráticas, como sus defensores piensan o pretender hacer creer. No es tiempo lo que necesita la construcción de nuestra democracia, es rumbo, voluntad y participación ciudadana.


Anular el voto no es no tomar posición, es tomar la posición de la inconformidad, que seguramente no es la mejor forma de demostrarla, pero electoralmente los ciudadanos no tenemos otra por ahora. No sólo no es no tomar posición, es una forma democrática de sí hacerlo, frente a la abstención. Es probable que con la anulación del voto salgan beneficiados grupos conservadores, pero más que por la anulación lo serán por las manipulaciones que dichos grupos han hecho y siguen haciendo con todo y la democracia que supuestamente hemos alcanzado. Lo harán con y sin anulación del voto.


Dando la libertad y la elección a los ciudadanos que tienen preferencias y que sí votan para que lo hagan conforme a sus convicciones, el voto nulo deberá venir principalmente de los ciudadanos abstencionistas que se convenzan que es mejor votar por la inconformidad que dejar de hacerlo por desesperanza. Una proporción menor vendrá, pero puede ser muy significativa, de quienes se convenzan de que votar por "el menos malo" no ha conducido ni conducirá de manera alguna a condiciones favorables para el país y sus habitantes. El resultado de las elecciones se definirá, como siempre, por quienes cuenten con mayor cantidad de votos duros, mismos que si los analizamos detenidamente no tienen nada de democráticos, pues no son otra cosa que el resultado del clientelismo, la amenaza, la falsa promesa o el vil engaño, en otras palabras, la podredumbre del sistema. ¿Esta es la democracia que necesitamos? ¿Esta es la democracia por la que tengo que votar (y no anular) para no perderla?


Tal vez el gran temor de las voces que se alzan en contra de la anulación del voto es que este esquema llegara a posicionarse como una fuerza con capacidad para acabar con las prebendas que el podrido sistema actual ha desarrollado y del cual muchas de ellas se benefician. ¡Este sí es un verdadero argumento contra la anulación del voto, sólo que no es democrático!