Semblanza de Javier Matus



Actualizada en junio de 2011


Yo creo que para calificar mejor el contenido de las opiniones de una persona, en cualquiera de sus formas, y poder aceptar o rechazar sus planteamientos, es necesario conocer algo más sobre el autor de ellas. Por esta razón me permito hacer una somera pero precisa autopresentación.

Soy economista de profesión, orgullosamente mexicano, ciudadano común del mundo y observador pasmado del Universo. Pienso que el macrocosmos y el microcosmos, y la vida en particular, son maravillas en toda la extensión de la palabra y que, aunque no las comprendamos aún en toda su magnitud, mantienen cotidianamente nuestro asombro favoreciendo la supervivencia de la especie humana para continuar ahondando en su conocimiento y en su asimilación.

Soy hombre de fe y un convencido del ecumenismo. Pertenezco a un país mayoritariamente católico, provengo de una familia católica y me formé en un colegio católico de jesuitas. No obstante, siempre me ha molestado que el rito domine a los principios.


Respeto absolutamente al ser humano y por tanto cualquier condición de raza, sexo, nacionalidad, creencia religiosa, inteligencia y condición social y económica. También creo en la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre pero hago conciencia de sus diferencias fisiológicas y emocionales.

He perdido la fe en las instituciones, no porque sean malas sino porque han sido prostituidas. Sin embargo, por muy deteriorado que esté nuestro mundo, creo en sus gentes y que es factible la confraternidad y la paz. Mantengo la esperanza en el porvenir y siento que si hubiera tan sólo un poco más de caridad en todos nosotros el mundo no sería tan desigual e injusto.

Anhelo la profesión de las virtudes y por tanto detesto la deshonestidad por ser, en mi opinión, el peor de los defectos, ya que de ella derivan lastres como la injusticia, la violencia y la traición y, aunque soy consciente de que convivimos con estas debilidades, creo firmemente que el ser humano, en su dimensión universal, está por encima de ellas, las trasciende. Por ello en mi concepción del Universo veo al ser humano en su centro, no en la dimensión geométrica sino en la existencial.

Aprovechando la tecnología actual, en este espacio pretendo desarrollar mi capacidad y libertad de expresar libremente mis inquietudes sobre una serie de aspectos que viví, trabajé y reflexioné durante mi vida profesional. Hacía mucho tiempo había anhelado hacerlo. Razones de tiempo y fundamentalmente de ética me lo habían impedido.

Desde que me inicié en la vida profesional, todavía como estudiante en mi penúltimo año de la carrera de licenciado en economía en la UNAM, hasta mi retiro no precisamente voluntario, trabajé en el sector público por vocación, y si bien siempre fui muy crítico de muchas de las actitudes y posiciones gubernamentales en el ámbito interior de mi trabajo y en lo privado, también en todo momento consideré que no era honesto externar hacia fuera del sector en forma pública juicios negativos sobre sus instituciones o sus personajes. "La ropa sucia se lava en casa", reza un popular y, como siempre, sabio refrán. Yo lo seguí.

Ahora pretendo, más que juzgar, criticar o acusar, analizar profunda y seriamente los fenómenos sociales (que incluyen lo económico y lo político) tanto en su origen como en sus consecuencias, a la vez que exponer planteamientos propositivos que coadyuven a superar las carencias y limitaciones que padecemos. Soy consciente de que muchos juicios se podrán sentir agresivos, pero no es mi intención atacar ni ser negativo, sino por el contrario, busco conciliar intereses.

En lo que se refiere a la profesión de economista, me siento muy satisfecho de haberla estudiado y la considero como una disciplina eminentemente social y política, más que sólo como una técnica científica, que es la corriente que prevalece actualmente en la curricula académica de esta disciplina. Pienso que por ser la economía una ciencia que atañe a todas las ramas del conocimiento y afecta a todos los ámbitos del individuo, no sólo resulta difícil de ser comprendida sino también de ser aplicada correctamente. Precisamente ésta es otra de las motivaciones que tengo para escribir mis reflexiones: tratar de trasmitir con expresiones claras y sencillas los fenómenos económicos y sus repercusiones de manera tal que sean fácilmente comprensibles, aún cuando no se tengan los conocimientos técnicos de la profesión, así como de llegar a plantear posibles vías de solución, situación que casi nunca se alcanza en los diagnósticos. Aunque quisiera aquí adelantar un juicio: en el fondo el problema no es tanto de tecnicismos, sino de la sensibilidad necesaria para poder obtener conclusiones de una ciencia que se debate entre lo social, lo político y lo científico. Esta es la crisis que está viviendo mi profesión en el presente.

Estudié una maestría en economía del desarrollo en la Universidad de Sussex, en el Reino Unido. No culminé los estudios de doctorado porque los enfoques neoliberales no llegaron a satisfacer mis cuestionamientos sobre el comportamiento social del hombre y su actuación en la economía. Mi paso por innumerables entidades de la Administración Pública, tanto Federal como del Distrito Federal, a lo largo de mi vida laboral no me dio la ventaja de la especialización pero me brindó lo que considero una muy vasta experiencia en cuanto a visiones, sectores y grupos que en buena medida configuran las reflexiones que estaré haciendo. Más recientemente, mi paso por la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, hasta junio de 2010, me ha permitido consolidar mi visión de la trascendente necesidad de rescatar la conciliación de intereses en la sociedad y, como legado supremo para mis inquietudes académicas, ha sembrado en mi la exigencia por el análisis interdisciplinario de los problemas complejos, única forma que ahora percibo de encontrar soluciones verdaderas, efectivas e integrales a los grandes problemas que nos aquejan como sociedad.

Soy consciente de mis deficiencias y no aspiro a que todo lo que exprese en este espacio sea aceptado. Mi única motivación es aportar elementos de reflexión que conduzcan a buscar un mundo mejor.

Además de todo lo anterior, en la vida tuve dos hijos (maravillosos), Susana y Alvaro, sembré varios árboles (que dieron fruto) y me falta escribir un libro….. tal vez éste sea el principio.

Ultima actualización, junio de 2011